
10 Nov Goya y van Gogh, ¿negacionistas climáticos?
Me encanta el activismo. Admiro a todas esas personas que, incluso poniendo en peligro su integridad física y/o su futuro, se la juegan por una causa. Y siempre he defendido que le hacía falta radicalidad. Sin jugar al límite será difícil avanzar. El activismo tibio, ese que muchas veces predomina en las organizaciones, es insuficiente. Pero la experiencia también me dice que, adaptando el eslogan de aquel anuncio de Pirelli, “la radicalidad sin control no sirve de nada”. Sin estrategia puede que los resultados no sean los que esperamos. O, en el peor de los casos, que logremos justo lo contrario de lo que queríamos.
Viendo las últimas acciones que se han realizado en diferentes museos, esas son las reflexiones que me surgen. Quizá sea un tema generacional como he oído por ahí. Es posible que me esté haciendo mayor. Pero viéndolo con la perspectiva de unos cuantos años haciendo campañas, me plantea algunas dudas. Las dejo por aquí por si a alguien le sirven en formato crítica constructiva.
¿Cuál era el objetivo? Por lo visto, uno de los activistas de estos movimientos decía que no les quedaba más remedio que hacer este tipo de acciones porque es la única forma de que los medios de comunicación les hagan caso. Parece que aquí se confunde medio con fin. Entiendo que el objetivo es llamar la atención de la ciudadanía y/o instituciones sobre la urgencia de la emergencia climática y que los medios de comunicación son la vía para llegar a ellos. Pero, claro, si lo que se convierte en noticia es la acción y no el mensaje, tu foto saldrá en todas las portadas, pero poca gente se enterará de lo que reivindicas.
¿Cómo son los medios de comunicación? Hay de todo, pero solo hace falta darse un paseo por radios, periódicos y televisiones para ver que el sesgo a la derecha es más que evidente. Amarillismo o casposo son dos adjetivos que también podríamos utilizar para caracterizar a parte del universo mediático español. Con ese panorama, y con su dependencia de la publicidad que pagan las empresas más contaminantes, era de esperar que el titular contuviera más la palabra “vandalismo» que “crisis climática”. Si en cualquier manifestación el foco se pone en los dos o tres que queman un contenedor o rompen un escaparate, era poco probable que en esta ocasión pasara otra cosa.
¿A quién se dirigían? Imagino, como decía, que la idea era llamar la atención de personas y/o instituciones no concienciadas con el tema de la crisis climática. No creo que fueran actos de refuerzo de su propio movimiento, de búsqueda de un momento de gloria. Si es como digo, y teniendo en cuenta lo escrito hasta ahora, creo que se han llevado el aplauso de aquellas personas comprometidas con el planeta y el rechazo de una parte considerable de la ciudadanía que una vez más, influída por los medios de comunicación, asocia ecología con violencia ejercida por perroflautas-come hierba-ansistema-que quieren que volvamos a las cavernas.
¿Cuál era el mensaje? De ABC de campañas es que tu mensaje tiene que ser claro para que lo entienda la gente y que cualquier acción tiene que estar nítidamente conectada con tu objetivo. En los últimos días he tenido la oportunidad de trabajar sobre el tema de campañas con varios grupos de jóvenes universitarios. Evidentemente el caso de estas acciones salió. A la pregunta de qué buscaban, algunos respondieron que llamar la atención sobre la emergencia climática, pero hubo otras respuestas como que denunciaban las conexiones entre el mundo del arte y las grandes petroleras, por poner un ejemplo. Evidentemente son temas conectados, pero parece que el mensaje no era nítido. Quizá a ello haya contribuido el lugar en el que se han realizado, que es posiblemente la clave de la cuestión. Voy con ello en la última pregunta.
Nadie (o casi nadie) entiende qué tiene que ver su pintor favorito con el #CambioClimático Clic para tuitear
¿Cómo afecta el espacio al activismo? Diría que es determinante. Y es aquí donde está el, para mi, el resumen del gran fallo de estas acciones. Porque podrían estar justificadas si Goya o van Gogh hubieran sido negacionistas climáticos. Pero no siéndolo (que sepamos) creo que no tiene sentido poner en riesgo sus obras (o parecer que las pones) para hacer esta denuncia. Porque la gente no lo entiende, porque los medios te van a tachar de lo que no eres y porque lanzar el mensaje implícito de que sin planeta no hay cultura que valga creo que no convence. Porque la falta de educación y cultura, explica mucho de lo que nos pasa. Si unos cuantos en vez de oír a Abascal fueran al museo a ver a Goya, quizá no estaríamos donde estamos. Las majas, como la Alhambra o la muralla china son de la humanidad, y tan importantes como los bosques o los osos panda. Nadie entendería que se despellejara vivo a uno de estos animales delante de las cámaras para que los medios te hagan caso.
Es evidente, y con esto termino, que el activismo es más necesario que nunca. También lo es que ninguna acción logrará convencer a todo el mundo, siempre habrá quién saque a pasear las etiquetas de “son unos antisistema”. Por eso hay que entender bien el contexto en el que se desarrolla la acción, porque sin ese análisis es muy complicado maximizar resultados. Quizá Rebelión científica, apuntando directamente a las diputadas y diputados del Congreso que deciden las políticas del país, o aquéllos que ponen el foco sobre la aviación y su responsabilidad como grandes emisores de gases de efecto invernadero, hayan estado más certeros y, por ello, hayan tenido mejor acogida general. Nadie (o casi nadie) entiende qué tiene que ver su pintor favorito muerto hace siglos con el cambio climático.
Terminé de escribir este post en Madrid el 10 de noviembre de 2022
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