Sobre universitarios y universitarias y ONG

Sobre universitarios y universitarias y ONG

En los últimos años he participado en varios cursos sobre campañas y transformación social en distintas universidades españolas. Siempre intento sacar un hueco para debatir con el alumnado sobre quién tiene la capacidad de impulsar los cambios necesarios para solucionar los problemas del mundo. Y siempre las respuestas se parecen, independientemente del lugar. Aunque los porcentajes pueden variar ligeramente, en todas las ocasiones la foto se parece muchísimo a la siguiente:

Sobre universitarios y universitarias y ONG

Con toda seguridad, los datos no son estadísticamente significativos, pero teniendo en cuenta que estamos hablando de más de 200 universitarias y universitarios de varias comunidades autónomas (Andalucía, Cataluña, Euskadi y Madrid), sí que creo que permiten sacar algunas conclusiones. Unas positivas y otras negativas.

La más positiva es que los votos al “no se puede cambiar” son insignificantes. Es decir, que hay grandes esperanzas entre los y las jóvenes de que el mundo puede mejorar. El otro gran punto positivo es que ven a la ciudadanía como el principal agente de cambio. Consideran, cosa que me alegra enormemente, que ellas y ellos, y el resto, tenemos el poder. El pero, en este aspecto, es que quizá se piensa más en lo individual que en lo colectivo. De ahí el menor peso de las opciones de sociedad civil organizada.

Dentro de lo negativo, destacaría la escasa confianza en las instituciones para mejorar el mundo. Da igual si hablamos de gobiernos locales, nacionales o de instituciones multilaterales, los votos a lo gubernamental son siempre relativamente bajos. Y no son raras las opiniones de que más bien forman parte del problema que de la solución.

Ligándolo con lo anterior, la conclusión podría ser que el cambio es posible pero que toca guisarlo y comerlo desde la ciudadanía, sin que los gobiernos, da igual el ámbito en el que ejerzan su actividad, sean vistos como la palanca para que las personas llevemos a cabo los cambios deseados.

El otro gran punto negativo afecta a las ONG. Pese a que su misión es precisamente la de cambiar el mundo, el alumnado de estos cursos no las ven como agentes importantes en este sentido. La situación nunca deja de sorprenderme. Me cuesta asimilar que gente a priori interesada en la transformación social sea tan rotunda al respecto. Así, que, siempre que puedo, trato de profundizar en el debate en esa línea. Las respuestas de nuevo vuelven a ser muy similares en todos los lugares:

Dudas sobre su independencia de lo gubernamental. En numerosas ocasiones surgen comentarios sobre la dependencia a nivel económico o incluso político.
Las ONG hacen proyectos, pero no transformación social. Aquí los comentarios suelen girar en torno a las intervenciones que ven más como asistencia, “poner parches”, que como a iniciativas que realmente cambien en profundidad el sistema.
Las opciones de participación de la gente dentro de las ONG se ven como bajas. Uno de los principales argumentos es la rigidez y verticalidad de sus estructuras.

La imagen de más arriba lo explica perfectamente: la herramienta que se considera más útil para cambiar el mundo por parte de la ciudadanía son los movimientos sociales (y no las ONG).

¿Piensan las universitarias y universitarios en las ONG como palanca para la transformación social? Clic para tuitear

Si vamos un poco más allá, la conclusión parece bastante clara. Creo que puede resumirse en dos puntos: 1) Hay un evidente problema de comunicación de las ONG, que se muestran, también entre los y las jóvenes, mucho más como ejecutoras de proyectos que como agentes de transformación social; y 2) las campañas de las ONG con mayor carga de transformación social, incidencia y movilización parece que no llegan a esta parte de la población.

Y de la conclusión, me salta una alerta: si esto fuera más o menos general entre la población joven, y no se consigue revertir, ¿qué rol dentro de la transformación social tendrán las ONG en el futuro?

 

 

Terminé de escribir este post en Madrid el 8 de octubre de 2020

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