
19 Abr Construir el relato para no dejar a nadie atrás
Echando un vistazo a mis redes sociales parece que hay cierto consenso en que la salida del tema de la COVID-19 no puede ser igual que la de la crisis financiera de 2008. De lo que he leído, quizá la propuesta #SalimosTodasJuntas de Futuro en Común sea la más completa. Recoge las aportaciones de decenas de organizaciones desde sindicatos a ONG de cooperación, ecologistas o de acción social. Aunque no es la única, por supuesto.
Sin embargo, aunque es cierto que esta vez ese consenso parece más amplio que en otras ocasiones (ha llegado a los medios e incluso a parte de la clase política), no es ni mucho menos mayoritario. Basta echar otro vistazo a las redes sociales para darse cuenta. Que hay mucho bot, pero también mucha carne y hueso detrás.
Parece, por tanto, que tenemos trabajo por delante. Y parece, de nuevo, que una parte de la cuestión dependerá de qué relato sea el predominante. Si queremos conseguir que ese que se resume en “no dejar a nadie atrás” lo sea, deberíamos empezar por desactivar todas o la mayor parte de las ideas o discursos siguientes:
1.- Tranquilidad, sólo mueren los ancianos o los que tenían enfermedades graves previas
Aparte de que no es cierto, es una idea que choca frontalmente con el “no dejar a nadie atrás”. Nadie es nadie, independientemente de su edad o estado de salud. Y, no olvidemos, que se empieza por las personas mayores y se acaba añadiendo a la lista a los negros, a los gitanos, a las migrantes irregulares, a los africanos o a las de Sri Lanka.
2.- Es un virus que no distingue entre clases ni fronteras
Falso. Los estudios preliminares ya están mostrando que la incidencia es mucho más alta en los afroamericanos en EEUU o en Puente de Vallecas en Madrid. Y no hay duda de que las probabilidades de sobrevivir a una infección grave son infinitamente más altas en Donostia que en Niamey por poner un ejemplo.
3.- La salida no puede ser ideológica
Algunos partidos se quejan de que las propuestas de salida a la crisis que se están haciendo son profundamente ideológicas. Lo dicen como si una basada en el neoliberalismo salvaje imperante hasta ahora no lo fuera. Todo es ideología y todo es política y cómo salgamos de esta también lo será. Es imprescindible que apliquemos la que sitúa a las personas en el centro. Y eso descarta automáticamente las recetas aplicadas hasta ahora.
No me parece, por cierto, que sea el momento de pedir la dimisión de todos los políticos. Ni que se les aplique un ERTE o que se bajen el sueldo. Ahora les toca trabajar como nunca. Ya llegará el momento de que rindan cuentas. Es tiempo de Política (con mayúscula).
4.- Era inevitable
Otra enorme falsedad. El origen de la pandemia está muy probablemente relacionado con la destrucción del medio ambiente y la biodiversidad; hay pocas dudas de que en su expansión tuvo mucho que ver la hipermovilidad de personas (especialmente turistas, hombres de negocios y banqueros); y en sus efectos, por supuesto, encontramos los recortes y la organización del sistema sanitario. No hace falta ser un lumbreras para darse cuenta de que si nuestra inversión sanitaria estuviera en el 15% del PIB, como se comprometieron los líderes mundiales en 2001, aunque el impacto hubiera sido brutal, no tendría nada que ver con el que ha sido.
5.- La responsabilidad es de todo el mundo
También es falso. Ya lo dije en otro post. Somos corresponsables, nos toca quedarnos en nuestra casa por el bien común, pero hay muchos grados de responsabilidad. Aunque la tendencia es a desviar el foco hacia esa persona que en Carabanchel se saltó el confinamiento, las causas (ver punto anterior) están más en el sistema y en la política.
6.- Aplausos para las élites
Creo que fue Javier del Pino el que dijo el otro día en su programa que si estos días los ricos hicieran huelga ni nos enteraríamos. Pues eso, que las que nos están sacando de ésta son las clases trabajadoras y precarias (médicas, enfermeros, celadoras, camioneras, reponedores, fruteras, carniceros, agricultoras, limpiadores,…). Por mucho que Amancio Ortega y compañía hayan puesto todo su mecanismo de caridad y publicidad en marcha para mantener su posición de privilegio, no debemos olvidar que son más parte del problema que de la solución. Ni os cuento todos los que se enriquecen a través de la economía especulativa. Esos ni siquiera fabrican ropa.
7.- Esto es la guerra
Pues no. Por mucho que Pedro Sánchez y otros muchos se empeñen, no lo es. Imagino que el lenguaje belicista, incluida las continuas referencias a los patriotas, forman parte de un plan que busca la obediencia ciega de la población. Así, nadie podrá tener la tentación de cuestionar las medidas que se apliquen, ahora y en el futuro. O bien porque se sienta soldado en la guerra o bien por el miedo que se va inoculando poco a poco en la sociedad.
Obediencia ciega, miedo paralizante y medidas de distanciamiento social. Receta perfecta para el sálvese quién pueda. Todo lo contrario de lo que necesitaremos: ciudadanía crítica, conectada y organizada.
8.- Héroes y heroínas
Sin quitarles nada de mérito, no hay ninguno entre el personal médico de nuestro país. No lo digo yo, lo dicen ellas mismas. Podéis leerlo en decenas de textos que se han publicado estos días. Son personas que hacen su trabajo, en unas condiciones muy difíciles. Condiciones, por cierto, que en parte son consecuencia de que, como sociedad, no estuvimos a la altura cuando nos lo pidieron en sus mareas blancas. Sigamos aplaudiendo a las ocho, pero pensemos en ellos también la próxima vez que votemos. Será más útil para ellas que medallas, placas, estatuas y demás reconocimientos.
9.- Las redes de solidaridad ciudadana nos sacarán de ésta
Es increíble todo el movimiento ciudadano que ha surgido en esta crisis, deberíamos sentirnos orgullosos como sociedad. Pero no debemos olvidar que las iniciativas surgen para cubrir los infinitos agujeros que tiene el Estado del bienestar. Es de agradecer que alguien abra su red wifi para que el niño del bajo pueda hacer los deberes. O que dedique sus tardes libres a hacer mascarillas. Pero la responsabilidad de asegurar el Derecho a la Educación o a la Salud es del Estado. Lo dice la Constitución.
En una situación como la que vivimos debemos contribuir en la medida de nuestras posibilidades a que nuestros vecinos y vecinas sufran lo menos posible, pero, hay que ser conscientes de que son más parches que soluciones y que es imposible que lleguen a todo el que lo necesita.
Cuando salgamos, por si viene otra pandemia en el futuro, nos toca también arrimar el hombro para que el Estado tenga la capacidad de garantizar todos sus derechos a toda la ciudadanía. Hoy emergencia, mañana justicia social.
Ante la #COVID-19, varias ideas a desactivar para no dejar a nadie atrás Clic para tuitear
Terminé de escribir este post en Madrid el 19 de abril de 2020
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